Por Sonia Lira / Revista CARAS / marzo 2002 / Foto: Leo Vidal





Un libro con veinticinco títulos que abordan el mundo homosexual prepara el escritor Juan Pablo Sutherland: desde Pasión y Muerte del Cura Deusto, de Augusto D’Halmar, hasta El Lugar sin Límites, de José Donoso. No se trata de autores gay, pero aún antes de ser publicada la antología generó polémica. Enrique Lafourcade y la Fundación Gabriela Mistral pidieron ser excluidos. Sin embargo, el compilador sigue adelante con el proyecto, que incluirá material inédito del famoso crítico literario Hernán Díaz Arrieta, Alone.

Juan Pablo Sutherland parece predestinado a sacudir de cuando en cuando el panorama literario nacional. Su debut fue en 1994, cuando se convirtió en el primer escritor que ocupa la portada de un diario por un motivo distinto al Premio Nobel o a su funeral. Ese año, La Segunda tituló «Libro ‘gay’ con platas fiscales», se trataba de Angeles Negros: un conjunto de cuentos financiado por el Fondart, sobre hombres que gustan de otros hombres.

Ocho años después, el autor asume ese episodio como un trauma más en su vida. Se refiere al hecho como «el escándalo» y lo archiva en una categoría similar a la aparición de su primer diente de leche.
Sobre la nueva controversia, en cambio, acaba de ser informado. «Prepárate, porque lo sucedido es súper fuerte», anuncia por teléfono. La cita es para conversar sobre la próxima aparición de su Antología de Literatura Homosexual Chilena. Está fijada de antemano. Sin embargo, el llamado telefónico añade una dosis extra de curiosidad acerca de un trabajo inédito por el cual ha debido pagar el noviciado con años de investigación y más de un mal rato.«Tuve que partir dando explicaciones para que los aludidos -léase autores o herederos de sus derechos- no se sientan incluidos en un listado de escritores gay. Estoy trabajando con sus textos, no con sus vidas», explica, mientras bate la crema de su capuchino en un café del Parque Forestal.

En resumen, Sutherland reunió alrededor de veinticinco obras publicadas a lo largo del siglo pasado por autores tan disímiles como Gabriela Mistral, Pedro Lemebel, José Donoso o Sergio Gómez. «Quiero que quede claro que no es un trabajo biográfico. Sólo pretendo recoger aquellos trazos de poemas, novelas o cuentos que arrojen una mirada distinta a la de quienes han construido el canon oficial de la literatura chilena sobre la base de generaciones o estilos», insiste.

Su preocupación por despejar el punto no lo libró de un par de enredos odiosos con Enrique Lafourcade y la Fundación Gabriela Mistral. En ello ha influido, quizá, la naturaleza de la tradición homoerótica de la literatura nacional. O mejor dicho, la discusión sobre si existe o no tal tradición. Por algo una vez Borges dijo que hablar de «literatura comprometida» era lo mismo que hablar de «equitación protestante». «Sucede algo parecido con quienes hablan de una poesía o una narrativa de tal o cual género. Estamos frente a un conflicto inexistente, porque no hay libros gay, sino obras que incorporan en mayor o menor medida el tema de la homosexualidad», explica el crítico Camilo Marks.

Sutherland, por el contrario, es un convencido de que dicha tradición existe. Según él sólo bastaría leer entre líneas algunos clásicos de la literatura nacional. Como ejemplo, cita el caso de Pasión y Muerte del Cura Deusto, publicada por D’Halmar en 1924. Nunca alguien, en los 70 años posteriores -asegura mientras muestra los manuscritos-, se atrevió a hablar derechamente de la relación entre un sacerdote y un monaguillo: «D’Halmar recurre a la estrategia de abordar soterradamente el asunto, para que tenga dobles lecturas». El relato, extensamente comentado en su tiempo por el crítico Hernán Díaz Arrieta -conocido como Alone-, fue incorporado a la antología junto a otro libro de D’Halmar, Cristián y Yo.

NO, con mayúscula


El escritor ya va en su segundo capuchino cuando se decide a contar el traspié sufrido con Enrique Lafourcade. Cuando el creador de Palomita Blanca se enteró de que una de sus primeras obras, Pena de Muerte, iba a ser incluida en la antología, puso el grito en el cielo y solicitó directamente a la gerencia de la editorial ser excluido del proyecto. «Se trata de una novela sicológica sobre el tema de la soledad y no otro», explica Lafourcade.

Más categórica fue la reacción que tuvo la Fundación Gabriela Mistral. La compilación original incorporaba los poemas La Flor del Aire, La Extranjera y La que Camina, pertenecientes a Tala y Lagar, respectivamente. Pero la respuesta de la entidad fue un NO, así, con mayúsculas, ya que dicha «‘importante antología’ podía contribuir a interpretaciones tendenciosas, antojadizas y especulativas, contrarias a la siempre significativa y relevante obra de nuestra autora», afirma la carta que la entidad hizo llegar a la Editorial Sudamericana.
«‘La verdad es que no me esperaba una respuesta tan agresiva, irónica induso, al subrayar eso de ‘importante antología», comenta Sutherland sobre la actitud de la fundación que preside Olaya Errázuriz de Tomic. La editorial, en tanto, manifestó su sorpresa por lo que considera la censura de algunos poemas de la Premio Nobel.

Muchas de las obras escogidas se remontan a la primera mitad de siglo pasado, incluso a fines de¡ siglo XIX, como es el caso de El Maricón Vestido de Mujer, de José Hipólito Casas Cordero, una copla popular que cuenta la peripecia de un campesino engañado por un travesti. Y como la mayor parte de estas páginas fueron ninguneadas por la prensa de la época, las referencias críticas son escasas, si no inexistentes.
«Me las he tenido que arreglar para reconstruir las historias y costumbres de la época con el testimonio de personas que tienen sobre 90 años», explica Sutherland, antes de poner sobre la mesa dos textos escritos durante el apogeo del criollismo -Barula, de Carlos Vattier, y Niño de Lluvia, de Benjamín Subercaseaux- que serán incluidos en la compilación. Con La Mala Ventura de Nanito Velásquez, la viuda del autor Edesio Alvarado tuvo algunos reparos, ya que varias personas retratadas en el cuento aún viven en Calbuco.

Pero este trabajo de paleontología también le ha reportado a Sutherland recompensas inesperadas. Un ejemplo. Durante la investigación conoció a don José Miguel Munizaga, un amigo de Alone de 94 años que guardaba en su poder ocho cartas del diario personal del famoso crítico literario. Seis de ellas fueron quemadas, pero las otras dos serán incorporadas a la antología como material inédito. «Se trata de una bomba literaria que arroja luces sobre la vida y obra de algunos escritores»,explica.

El diario de Alone está repartido en 21 volúmenes, entre libretas y cuadernos. Es un documento literario de valor incalculable, ya que aborda los hechos y personajes de la vida social y el mundo literario criollos desde 1917 hasta 1971. Algunas de sus hojas fueron arrancadas, por lo que sólo ha sido publicado parcialmente. Las razones de su ocultamiento se encuentran en las revelaciones de la vida íntima de Díaz Arrieta. «Son las anotaciones de una persona bisexual»,’ afirma el compilador.

Es también Alone el responsable de otro libro que Sutherland incluirá en su antología: Cárcel de Mujeres, escrito por María Carolina Geel en 1956. La autora disparó cuatro tiros contra su amante Humberto Pumarino en abril de 1955, en el entonces aristocrático Hotel Crillon. Mientras cumplía su condena, Díaz Arrieta la invitó a escribir sobre la rutina al interior de un recinto penitenciario femenino. El resultado fue un relato por el propio crítico, quien además realizó una serie de gestiones para que la autora fuese indultada. Geel murió en 1996,en el más completo olvido.

antes y después de los ’90

Mientras revisa el material reunido en una carpeta, Sutherland se topa sin querer con el recorte de La Segunda.«Encuentro bastante sospechoso que después de lo sucedido con Angeles Negros nunca más haya ganado una beca. He presentado proyectos tanto al Fondart como al Consejo Nacional del Libro, pero sin resultados», reflexiona, antes de guardar el trozo de diario y extraer los originales de otras obras que aparecerán en su antología. Entre ellas hay varias que pertenecen a una literatura heredera de la novela social, del hampa, escrita a veces por ex delincuentes, como es el caso de El Río, de Alfredo Gómez Morel. También decidió incorporar Juan Firula, de Armando Méndez Carrasco, y El Príncipe, de Mario Cruz.

Entre los clásicos figura El Lugar sin Límites, uno de cuyos protagonistas es un travesti. «En una ocasión le comenté a su autor, José Donoso, que la novela era tratada en Estados Unidos como literatura homosexual. El sólo me respondió que no se metía con los estudios críticos», recuerda.

Cronológicamente, la antología se puede dividir en dos etapas: antes y después dé 1990. En la década pasada se registró una verdadera eclosión de libros que tocaban abiertamente el tema de la homosexualidad. En 1994, por primera vez una editorial internacional -Planeta- lanza un volumen sobre la materia: Angeles Negros. Al año siguiente, Pedro Lemebel publica La Esquina en mi Corazón, dando estatus literario al arquetipo de «la loca». En 1998 Sudamericana se inscribe con Paisaje Masculino, de Carlos lturra. En los años siguientes Alfaguara hará lo propio con Vidas Vulnerables, de Pablo Simonetti. «De este último autor escogí el cuento Santa Lucía, que aborda el tipo de existencia que llevan aquellos que todavía ‘no salen del clóset’ «, acota Sutherland antes determinar su segundo café.