Intervención de Carlos Sánchez, en el marco de la presentación del Manual de derechos Humanos y Homosexualidad de la Asociación Internacional de lesbianas y Gays, para América Latina y El Caribe. Escuela de Derecho Universidad Diego Portales, 28 de junio 2002.

La perspectiva y enfoque que le dan los derechos humanos a las luchas sociales tiende a hacerlas más políticas y por consecuencia nos confronta con los sistemas de opresión y esclavitud.

Es lo que a las organizaciones de homosexuales, gays, lesbianas, travestis, transexuales, nos ha ocurrido en todo el desarrollo de nuestras luchas a lo largo de toda nuestra historia.

En la actualidad nos encontramos en un momento en el cual la lucha de las minorías sexuales intentan abrir espacios en un sistema que se estrecha cada vez más a la participación verdadera de los ciudadanos. Vivimos un momento en que nuestras luchas requieren de mayor claridad y autonomía en las relaciones con los estados. Pero simultáneamente vemos a los estados intentando capturar la atención de los movimientos sociales con un fin espurio como es anular sus demandas, desactivar sus movilizaciones, frenar los avances de sus luchas.

Obviamente la perspectiva de las organizaciones políticas que se sostienen en el aparato estatal es muy distinta a la que tenemos quienes luchamos por la conquista de nuestros derechos humanos, y por lograr condiciones favorables a su ejercicio. Efectivamente: no nos interesa enriquecernos ni cuidar nuestros intereses económicos personales a costa de los trabajadores.

Quienes históricamente hemos sido discriminados no podríamos ni ética ni moralmente aspirar a constituirnos en nuevos dominadores ni en dictadores de verdades absolutas. Si hemos de aspirar a cumplir tareas como dirigentes sociales o políticos debe ser en virtud de los anhelos libertarios y revolucionarios de nuestras sociedades oprimidas, y con lealtad a ellos y ellas mantener una actitud de permanente servicio y entrega generosa de nuestras energías, con pudor y humildad frente al ejercicio del poder.

Pero hoy vemos que se fomenta todo lo opuesto. Quienes lideran a nuestros países en la región lo hacen en virtud de intereses ajenos, por encargo de quienes sostienen sistemas de dominación y de fuerza. La mayoría de los gobiernos de América Latina y el Caribe sustentan regímenes basados en las orientaciones políticas y económicas de los Estados Unidos y las Transnacionales. Vergonzosamente nuestros gobernantes se ponen de rodillas contradiciendo el cumplimiento de una condición fundamental para garantizar nuestra libertad: la soberanía.

Al perder la soberanía perdemos nuestra libertad. Y aquí el alegato es de carácter moral y ético. La justicia Internacional es una Justicia ética, desde que se establece como un acuerdo básico entre todos los estados en virtud de lograr que los derechos humanos sean respetados efectivamente en todo el planeta, y no existan estados ni gobiernos ni gobernantes que los vulneren sin correr el riesgo de ser sancionados por la comunidad internacional. Desde ese punto de vista el juicio a Pinochet es un juicio ético aquí y en cualquier lugar del mundo en que se dé. Con la Justicia Internacional no se pone en juego la soberanía del pueblo. Al contrario se la protege de la acción perjudicial a la existencia de los pueblos que un dictador o un a institución del Estado puede realizar contra un pueblo determinado

Pero no es ético ni justo que la soberanía sea puesta en juego por la existencia de un sistema económico de mercado que burla en forma sistemática el cumplimiento de los derechos de los trabajadores, y que por el contrario se juega por establecer un orden jurídico que valide la usura, la explotación y la discriminación.

Es lo que ocurre cuando empresas multinacionales imponen condiciones draconianas a países y pueblos como nuestros vecinos argentinos. O lo que ocurre en el Perú, países en los cuales el FMI impone condiciones que las economías nacionales no pueden soportar, obligando a los Estados de esos países a vender su patrimonio y por tanto profundizando los grados de dependencia económica y política.

Eso no es ético y no es moralmente aceptable. La inmoralidad del actual sistema consiste en que todo tiene un precio y que todo se puede transar en el mercado y ser sometido a las leyes de la oferta y la demanda.

Ciertamente el liberalismo en el campo de los derechos humanos muchas veces se basa en esta característica del sistema para avanzar hacia el reconocimiento de los derechos individuales en el mundo contemporáneo. Así, los movimientos homosexuales en el mundo hemos avanzado hacia el reconocimiento de más y nuevos derechos. Pero esto tiene un límite.

El nuevo liberalismo ha descubierto que la homosexualidad hoy puede ser reconocida. Nada había que objetivamente pudiera impedirlo, salvo el interés de algunos. Hoy resulta que ser homosexual vende… es un nicho de mercado…. es negocio redondo. Por eso algunos dicen que es ridículo discriminar a los homosexuales…..
Porque existe la libertad de elegir y de optar..

Entonces se argumenta que la homosexualidad es una opción tan legítima como comprar calzoncillos de Versace, y que por ello debe reconocerse nuestro derecho …. a elegir nuestra orientación sexual.

Cierto… se avanza… pero nos damos cuenta de la verdad de la milanesa.

Los homosexuales, las lesbianas, travestis y transexuales hemos sido rehenes de un sistema injusto.

Hoy en virtud de las ventajas económicas del sistema y de las clases dominantes se reconoce que los homosexuales somos personas con derechos. Hoy, porque a un empresario se le ocurre que no podemos arruinarle su negocio debe reconocerse nuestro derecho a existir.

Pero no vaya a ser que los homosexuales reivindiquemos los derechos de los trabajadores a un sueldo justo, ni que vayamos a reclamar nuestra participación autónoma con relación al Estado. Hasta allí no mas nos llegó la cuerda.

Ahora nos dicen que podemos ser homosexuales, pero que no hagamos sexo. Lo dice la Iglesia católica.
Ahora nos dicen que podemos ser homosexuales, pero no se nos ocurra ser homosexuales comunistas o de izquierda.

¿Cuál es la relación entre tener sexo homosexual y ser de izquierda?

Nos quieren comprar. Quieren que callemos. Decimos ¡No!. Las lentejas en Chile se han caracterizado por ser de bajo costo. Gracias a eso todavía muchos podemos subsistir. Pero a ese precio ni a ningún otro dejaremos de lado nuestra aspiración a transformarlo todo a cambiarlo todo. Mil veces homosexuales, mil veces feministas, mil veces izquierdista, mil veces comunista, mil veces revolucionario pero nunca un traidor a mi pueblo.

Bueno, es claro que nuestra existencia, como movimiento de liberación de la sexualidad humana, no es una cuestión anecdótica, es una cuestión política, planificada, premeditada para cambiar un orden injusto y los valores de nuestra cultura y llegar a ser libres, verdaderamente libres.

Porque ya se destapó la olla y porque todo esto huele a podrido en América Latina, es el momento de avanzar.

Ese es el propósito de la Asociación Internacional de Lesbianas y Homosexuales, al menos en nuestra región, en Asia, África y Oceanía. Porque queremos amar en libertad… verdaderamente en libertad.

La Carrá tiene razón cuando dice que para hacer bien el amor hay que venir al sur.

Finalmente, quiero agradecer a los sectores progresistas de la europea que creen en nuestra lucha de liberación, a nuestros aliados en América latina y el Caribe, nuestras propias fuerzas políticas y sociales con las cuales en lo cotidiano nos empapamos.

Y no quiero oír más decir «que wena onda que los compañeros de la diversidad sexual se están organizando».

No.

Simplemente organicémonos y ayudemos a organizar a todo el mundo porque la realidad de los trabajadores y trabajadoras, los indígenas, hombres y mujeres de este país y de toda América latina y el Caribe lo exigen.

No hablemos más de los compañeros de la diversidad sexual. Digamos con palabras claras y directas: nosotros y los homosexuales; nosotras y las lesbianas, nosotros y nosotras con los homosexuales, las lesbianas y las travestis que luchan por un mundo mejor somos y seremos cómplices de una lucha transgresora, rebelde, irreverente, subversiva para cambiarlo todo por relaciones más humanas, más fraternales, más solidarias, más ecológicas.

Muchas gracias.