Por Juan Pablo Sutherland (1)

Texto presentado en «IV Encuentro de Estudios de Masculinidades» 2003

Los módulos de atribución de valor imperantes en la socia­bilidad nómade del gueto expresan, a su modo, diferencias intensivas que remiten directamente al plano del deseo.

Prostitución masculina
Néstor Perlongher

A partir de las reflexiones que hemos venido haciendo en la Red de Estudios de Masculinidades (FLACSO-Chile) quiero convocar algunas de las líneas de debate reciente. Una de ellas se relaciona con la construcción de las masculi­nidades homosexuales en los espacios públicos. Cuestiones que quiero pre­sentar aquí a modo de ensayar ocupaciones territoriales de los cuerpos mino­ritarios. Instalaciones que presentan tensiones en el contexto de normalización que enfrentan a diario. Uno de esos espacios es la disco gay, que no siendo la plaza pública, cumpliría el rol de sociabilización que los gays y lesbianas no poseemos diariamente. Presento estas ideas en tránsito, iniciales miradas a un espacio que no se ha estudiado mucho y que requiere una mayor atención.

El cuerpo gay a la batalla: un espacio de consumo

La disco gay es el templo de las apariencias, el logos del cuerpo gay o el logo publicitario. El obrnpo moderno del frágil contrato de seducción nocturna ho­mosexual, un paraíso objetivado donde los cuerpos funcionan como etiquetas y códigos de barras del diversificado y transparente mercado neo-liberal. La homofobia contemporánea es una diáspora que produce desde el exceso la saturación sin sentido, el deseo agenciado a modelos masculinos y femeninos del establisment sexual. Los sujetos ya no lo son, son parte del gran concierto mundial de las identidades, identidades que designan hasta el cansancio el ta­tuaje permanente de las diferencias.

Sacerdotisas modernas de una bacanal infinita, las discos gays son parte hoy del gran imperio de la administración de la vida social nocturna de gays y lesbianas. Desde Barcelona a Buenos Aires, de Río de Janeiro a Nueva York el espectáculo es el mismo. El triunfo de los cuerpos únicos y perfectos es la orgía perpetua de la falsa conciencia clonada en deseo. Perversión social de los nuevos dioses por catálogo, la disco gay re-considera lo clásico2 en sus escenarios, los despliega en el vacío propio de un espejismo moderno para administrar los deseos, plusvalía corporal de lo masculino, insistencia mercantil en la productividad del ocio colectivo y privado, la disco gay es la diosa egip­cia que vulnera la intimidad nerviosa y la convierte en espectáculo faraónico. Pareciera que el tiempo socialmente trabajado es tiempo densamente adminis­trado en la disco gay, es decir, los individuos estallan como pequeñas partícu­las buscando asir algo del paraíso extasiado que sueñan la semana entera.

Hay un deseo desbordante en la disco gay, deseo que actúa como prevalencia de una larga noche discontinua, noches de fin de semana que adeudan la nor­malización social que los gays deben pagar a diario.

Zapping en los cuerpos gays

Cada noche un nuevo cuerpo, cada noche un particular estilo, dicho de otra manera, la relaciones individuales en la disco gay trabajan en la constante del cazador y la presa, del amo y el esclavo, de la seducción y el seducido. Enfrentados todos al competitivo mercado de cuerpos, cuerpos que según guiños y movimientos son más cotizados que otros, la disco gay es una gran maquinaria de simulacros3. Por consecuencia directa, un simulacro es una escenificación momentánea, preparada hasta lograr el objetivo deseado. Así,

uno puede asistir en una disco gay ante el gran despliegue de escenografías corporales que bailan al ritmo de una danza de guerra, danza que simula el cortejo amoroso que los gays no poseen en el exterior4. Cortejo que busca instantáneamente señalar los atributos, marcar las diferencias, fisgonear al resto, descubrir al instante los lugares a que se postula, re-armarse en caso de equívoco, fugarse cuando se pierde el atractivo. El zapping corporal es una ley, ley que domina el templo de las apariencias, ley que constituye un atractivo y un abismo. Soberanías corporales que desafían momentos y que caen ante la precariedad del instante, provocación bacanal a la institucionalidad parejera heterosexual. El zapping funciona por fuerza de las contradiccio­nes, desear y desechar, imaginar y poseer, poseer y desechar. Cadena infini­ta de una lógica instantánea, fotografías de un deseo simbólico que siempre intenta concretarse, citar una ausencia, citar al otro como pieza clave del instante y perderlo en la fugacidad del momento.

La disco gay es una gran máquina polaroid que produce instantáneas, instantá­neas que quieren atrapar el deseo de los otros sólo en segundos. No hay ninguna pretensión. La vida social deja las grandilocuencias, deja las utopías en pro de una saciar la sed actual, como si el futuro fuese sólo ese momento.

Inestabilidades y género: del transformismo criollo a la escena «drag queen»

Myriam Hernández causa una verdadera locura en los bares gays latinos de New York, todos quieren ser como ella. Quizás esta locura tenga que ver con cierta ansiedad transformista que abriga el deseo de los gays en busca de nuevos iconos para seguir. Basta ver en algunas discoteques de Santiago, Bue­nos Aires o Barcelona como se rinden cultos a las nuevas madonnas. Marta Sánchez, Sakira, Anny Lennox están entre algunas de ellas. Ciertamente que este deseo de convertirse en aquellas estrellas se conecta con el imaginario glamoroso que los gays cultivan afanosamente. Un imaginario que vuelve siempre a re-ciclarse cuando llegan otras estrellas. En este sentido podríamos decir que la constante de este festejo eterno de transformación es pensarse siempre al día, no cerrar los ojos, las estéticas del nuevo siglo son tan rápidas, fluidas, mutantes como las anteriores. Al instante del cambio ya son otras. Operaciones performativas que juegan con los guiños de la moda, de la construcciones de género y de la teatralidad corporal que las soporta.

El cambio de pelaje: el espejeo difuso del género.

Una señal en este camino: todo es mucho más y mucho menos. Es decir, el juego es señalar la piel vieja que ya no esta, y ver el nuevo ropaje. Sin que nadie se de cuenta. El mayor atractivo de esta escenificación transformista es el propio error, un error casi a propósito, pero que se dibuja en la canción mal cantada, en las luces mal dirigidas que descubren para todos la imperfección del espectáculo. En ese sentido la construcción de género en la parodia transformista es señalar el error, como si ahí estuviese su mayor energía de interrogación. Pudiendo leerse además como una pregunta al género o como una parodia de la construcción social sexual. Podríamos sugerir además que en la tensión genérica que propone la performance existe un doble movimien­to: jugar con el simulacro, enfatizar un nivel programático-estético y desestabi­lizar su régimen. Quizá sea interesante pensar en la proposición del crítico y escritor uruguayo Roberto Echavarren cuando nos señala en Arte Andrógino: “…Evoco sus dos grandes figuras masculinas durante las últimas déca­das. Estas son el travestí y la loca, de un costado, con modales discretos o caricaturescos reconocibles como afeminados y el homosexual supermacho, de bigotes, pelo más o menos rapado, que “hace fierros” -se ejercita con pesas- para desarrollar un contorno musculoso que luce a través de ropa ajustada, atlética». Echavarren manifiesta esa taxonomía de sujetos atrapados o liberados en una práctica performativa. Nos presenta las operaciones más visibles de subjetividades minoritarias que re-significan lo masculino y femenino en una dialéctica de ensamblajes. Claramente figuras emblemáticas de los espacios gays como la disco. Figuras que señalarían los lugares sexuales de un imaginario. Podríamos hablar entonces de una señalética interna que opera en la disco gay como una gran maquinaria de lenguajes y moldeamientos que vacean de alguna manera las políticas de género y las re­constituyen con efectos múltiples y contradictorios ¿Se enfatiza o se disuelven las construcciones de género? Pregunta pertinente en la regularización de los dispositivos que estarían operando en la disco gay. Una posible variable para tensionar aun más este mapeo sería el consumo. Elemento catalizador de un estilo de vida que des-dramatizaría la homofobia social convirtiendo una mi­noría en código de barra de un mercado que apuesta a maquillar el consumo como ciudadanía sexual. Cuestión que no estaría lejos de cristalizarse en la liberalización de las conductas o prácticas sexuales. Incluso existen algunos espacios gays donde no se permiten lesbianas. Esta cartografía sexual del con­sumo en la disco no resultaría entonces homologable a un ejercicio de dere­chos, aunque puede rescatarse como los únicos espacios de referencia entre pares, espacios de normalización que se repacta en la vida cotidiana.

Finalmente sería interesante reconsiderar las operaciones internas, las estéti­cas y los dispositivos performativos presente en la taxonomía identitaria de la disco gay. Espacio que todavía expresa en parte la homofobia del entorno y el reconocimiento intemo que actuaría como guía referencial de un subjetividad sexual en constante transformación.

(1) Escritor. Movimiento Unificado de Minorías Sexuales, MUMS.

(2) Lo Clásico en referencia a la belleza masculina. Los David de Miguel Ángel, los desnudos griegos, el culto clásico al ideal de la belleza masculina occidental están presenten en gran cantidad de discos gays, basta ver pastiche de columnas griegas y romanas exhibidas en la estética confusa y kitsch de estos tiempos.

(3) En el sentido que braudillard trabaja la noción de simulacro .

(4) Ver entrevista a Michel Foucault por James Ohiggins en el libro. Homosexualidad, literatura y política, Alianza Editorial.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Butler, Judith (2002) Cuerpos que importan, Paidós, Buenos Aires, Argentina.

Eribon, Didier (2001) Reflexiones en tomo a la cuestión gay, Anagrama, Barcelona, España. Echavarren, Roberto (1998) Arte andrógino, Ediciones Coligue, Buenos Aires, Argentina. Foucault, Michel (1999) Los anormales, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina. García Canclini, Néstor (1995) Consumidores y ciudadanos, Grijalbo, México.