Por Beatriz Espejo / tomado de: www.carlaantonelli.com

Este mes la Revista Zero publica un interesante articulo sobre «Prostitución, marginación y sida» , de Beatriz Espejo, en torno al mundo de la transexualidad y la pandemia del VIH. La Web ha contactado con la publicación GLTB y han acordado ceder dicho texto para su difusión. Es un interesante documento que recorre la España de los años 70 hasta la actualidad.

A finales de los 70 y principio de los 80 vivimos años revulsivos, algo diferente se cocía en una sociedad ansiosa de historias nuevas y anhelante de libertades. Los círculos de moda marcaban tendencias. Eran, a la vez, eclécticos y concéntricos. Ese magma de libertad, era ideal. En estos círculos se integraban en plena armonía, putas, maricones, transexuales (travestís en esa época) gente moderna, matrimonios liberales, intelectuales, alta sociedad…

Si bien es cierto que en sectores mayoritarios temas como la prostitución, la transexualidad y homosexualidad eran contemplados como cuestiones de inmoralidad, no es menos cierto que era debido a la herencia cultural, la cual era ridiculizada por la moda del momento. En este contexto, prostitucion y prostitutas, formaban parte del paisaje urbano, sin que nadie se cuestionara su presencia, al menos de forma demasiado evidente, so pena de ser considerado anti-moderno.

Aparece el Sida y como fruto del desconocimiento arrasa entre los homosexuales, transexuales, prostitutas, quienes configuraban sectores que debido a su particular situación social resultaban ser los más propensos a la pandemia.

También la droga, y en concreto la heroína (conviene recordar que en los 80 era la droga de moda y que mucha de esta gente la tomaba) sirve de fiel aliado de la transmisión del vih/sida.

El sida, impulsado por el alcohol y la droga, compone un cóctel explosivo al que se añaden la ignorancia, el desarraigo y la marginación. Los efectos son devastadores ya que nadie estaba preparado para algo así.

A mediados de los 80 se reconoce la enfermedad y se empiezan a notar sus consecuencias. Como efecto colateral reaparecen los prejuicios que parecían destinados a desaparecer. Al ser los socialmente más débiles, los primeros en caer, se interpreta que dicha enfermedad va intrínsecamente unida a la identidad sexual de los infectados.

Se revela así no solo una pandemia, con sus secuelas de enfermedad y muerte, sino también una nueva dictadura repleta de prejuicios que ataca con virulencia estigmatizadora.


Rara vez se dice que fuimos los transexuales, gais, prostitutas y lesbianas, los primeros en elaborar campañas de prevención contra el vih/sida. Pocos saben, que quienes ejercían la prostitución, por costumbre de su oficio, fueron las primeras en utilizar condón cuando el sida todavía era considerado como una enfermedad exóticamente americana.

Hoy en día a nadie mínimamente informado, se le ocurre defender que el vih/sida es una cuestión de marginalidad, pero ha hecho falta mucho esfuerzo didáctico y mucho sufrimiento para llegar a donde estamos.

Paralelamente siguen en vigor los prejuicios que en una época soñamos estaban destinados a desaparecer. Los movimientos de lucha por los derechos de Gais, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales y por que no decirlo Prostitutas, se ven obligados a, de forma mas o menos consciente, seguir peleando contra las consecuencias de una infeliz, desafortunada e inoportuna pandemia (sé que una pandemia nunca será oportuna) que unida a prejuicios no enterrados, provocó, durante algo mas de una década, un retroceso claro en los derechos sexuales.

Las campañas de prevención no solo han servido para salvar vidas, o para combatir la marginación de los afectados por el vih, también han vuelto a poner de relieve, que existe un virus peor que el que desata una pandemia. El virus de la ignorancia, la cerrazón y los prejuicios, el virus del desconocimiento sobre la naturaleza humana, el virus de la intolerancia.

Estas cuestiones juntas o separadas del vih/sida constituyen una lacra que impide que los afectados por el sexismo, (incluidas las personas que ejercen la prostitución) puedan tener una normal convivencia a la hora de relacionarse con sus semejantes.

Se impone pues la prevención, no solo del Sida y de toda enfermedad de transmisión sexual, si no también de la intolerancia, digna hija de la ignorancia y la cerrazón.

Texto cedido a www.carlaantonelli.com por la Revista de información GLTB Zero
Beatriz Espejo: Secretaria del Colectivo de Transexuales de Catalunya