Por Enrique Sanhueza

Y esta vez no serán cinco medallas por cada uno de los cinco hijos que perdió la madre de esta historia, serán cuarenta y cinco árboles en una plaza memorial que representarán a los cuarenta y cinco soldados que murieron en Antuco.

“Meciendo una cuna, una madre canta un canto querido que llega hasta el alma, porque en esa cuna está su esperanza. Eran cinco hermanos, ella era una santa, eran cinco besos que cada mañana rozaban muy tiernos las hebras de plata de esta viejecita de canas muy blancas, eran cinco hijos que hasta ayer marchaban. Silencio en la noche, ya todo está en calma, el músculo duerme, la ambición trabaja. Un clarín se oye: ¡Peligra la patria y al grito de ¡Guerra! los hombres se matan, cubriendo de sangre los campos de Francia… Hoy todo ha pasado, renacen las plantas, un himno a la vida, los arados cantan y la viejecita de canas muy blancas, se quedó muy sola con cinco medallas que por cinco héroes la premió la patria. Silencio en la noche ya todo está en calma, el músculo duerme, la ambición descansa. Un coro lejano de madres que cantan, mecen en sus cunas nuevas esperanzas. Silencio en la noche, silencio en las almas…”

(Gardel y Le Pera)

¿Cuántas veces volverá a repetirse el drama de la viejecita? Porque los soldados si no se mueren en combate se mueren capacitándose para el combate. Y esta vez no serán cinco medallas por cada uno de los cinco hijos que perdió la madre de esta historia, serán cuarenta y cinco árboles en una plaza memorial que representarán a los cuarenta y cinco soldados que murieron en Antuco, en una obra que busca representar a una montaña cubierta de flores blancas que simbolizarán el volcán nevado en donde se desencadenó la tragedia. Evidentemente lo menos que se puede esperar es que los chicos fallecidos reciban este reconocimiento en un merecido homenaje que debe hacerse extensivo también a todos aquellos jóvenes que mueren realizando el Servicio Militar Obligatorio (SMO). Empero, ni las medallas, ni los árboles, ni las plazas memoriales, ni todos los homenajes del mundo, servirán para recuperar las vidas de los jóvenes que perecen como consecuencia de un sistema militarista criminal. Porque mientras el músculo duerme, la ambición rara vez descansa y eso deben tenerlo muy en cuenta todas aquellas madres que cada noche mecen nuevas esperanzas para entender que las vidas de los hijos no son permutables por medallitas o por arbolitos. Para que el día de mañana, ellas sean las primeras en defender las vidas y la libertad de sus hijos, inculcándoles desde pequeños el valor de la vida, de la paz y de la libertad de conciencia, boicoteando y luchando sin descanso en contra de ese militarismo empatriado y ensangrentado que sólo huele a dinero y a cadáver. Para inculcar en las nuevas esperanzas el ejercicio del derecho a ser Objetores de Conciencia. Para rechazar tajantemente un servicio militar que no debe ser obligatorio ni voluntario, pues simplemente las instituciones armadas no deben existir. Para ello, lo seres humanos debemos encontrar caminos que nos lleven a nuevas formas de convivencia, en búsqueda de la paz y del respeto a la vida y aunque suene cándido o utópico es en ese sentido en el que debemos de insistir.

¿Debe crearse otro tipo de servicios alternativos de carácter civil no combativo para aquellos que por razones de conciencia se rehúsan a cumplir el SMO?

ROTUNDAMENTE ¡¡¡NO!!! PUES ESO CONLLEVA TAMBIEN, UNA OBLIGATORIEDAD ALTERNATIVA.

Los espíritus de servicio no se generan a través de leyes coactivas ni mucho menos podemos aceptar que la liberación de la obligatoriedad del Servicio Militar traiga como consecuencia otro tipo de vasallaje para los jóvenes que atente contra su libertad y su autonomía. Su aporte, nuestro aporte se materializa más que suficientemente a través del trabajo y través del cumplimiento de la normativa tributaria y demás robos legales de los cuales somos víctimas. También aportamos promoviendo la defensa de la vida de nuestra gente. Al respecto, recordamos que los sectores militaristas y bloques políticos más reaccionarios de nuestra sociedad en complicidad eterna con la Iglesia Católica se oponen dura y tenazmente al aborto y al uso de técnicas contraceptivas, empero al mismo tiempo han sido férreos defensores de una dictadura criminal y corrupta y del SMO que han cercenado los proyectos y las vidas de miles de compatriotas. Así se ven envueltos en un aparente discurso contradictorio, pero que políticamente dista de serlo si pensamos en las numerosas mujeres en extrema pobreza que son consideradas como meros entes reproductores y de promoción del crecimiento demográfico. Son ese “coro lejano de madres que cantan”, mientras “mecen en sus cunas nuevas esperanzas”, que un día no muy lejano les son arrebatadas a ellas y a sus hijos, cuando pasan a formar parte de esa masa de jóvenes cesantes que abaratará los costos de mano de obra de inescrupulosos y explotadores empresarios, que sin perspectivas laborales y/o de estudios serán la carne de cañón que el sistema necesita aunque se mueran en este triste contexto. Cómo no condolerse entonces, cuando este sistema maldito es el responsable directo de la tragedia de Antuco, cómo no conmoverse ante el sufrimiento de estas familias, del dolor inmenso de padres, hermanos y especialmente de las madres ante la irreparable pérdida de sus hijos. Como era de esperar, no faltaron voces interesadas que pretendieron desvincular las muertes de los conscriptos de la obligatoriedad del Servicio Militar. Es cierto que el embate de la naturaleza fue factor desencadenante de la tragedia, pero no es menos cierto que la tecnología disponible, el conocimiento y hasta el sentido común eran elementos más que suficientes para determinar que las condiciones climáticas eran adversas y peligrosas, por lo tanto los riesgos eran absolutamente PREVISIBLES. Además si estos chicos no hubieran sido secuestrados por las FFAA, no se hubieran encontrado en el sitio de la tragedia, ni habrían tenido que acatar las órdenes demenciales que los condujeron finalmente a la muerte. Estarían hoy con vida junto a sus padres, junto a sus familias. Chicos que apenas se asomaban a vivir, con sueños y proyectos que les fueron cercenados por las filosas garras de las escuelas de la muerte y por los facinerosos que en ellas parasitan.

Urge hacer justicia y en este sentido, esperamos la reapertura del sumario tal como fue solicitado por los abogados de las familias de las víctimas, para que los señores comandantes en jefe de la Institución y de la Tercera División del Ejército se presenten a declarar, y pueda además agregarse a los peritajes del Cuerpo de Socorro Andino y de la Escuela de Alta Montaña, un nuevo informe encomendado al Grupo de Montaña de la Universidad Católica. Es de esperar además que la causa quede completamente radicada en el poder civil y de una vez por todas se inhabilite al magistrado que lleva la causa por su condición de coronel de ejército. Así lo exige el principio de IGUALDAD ANTE LA LEY y la independencia y transparencia del proceso a que deben ser sometidos los responsables de este cuasi delito de homicidio. No debe ser de otra forma pues si cada esfera de actividad contara con sus propios jueces y tribunales de justicia escasearían los reclusos en las cárceles. Stress, depresiones, enfermedades mentales pueden ser la tónica, pero sabemos que este es un recurso militar bastante manoseado ya, a la hora de enfrentar a la justicia.

Desde esta columna vaya un gran y sincero reconocimiento a la loable tarea en que se encuentran abocados los JÓVENES OBJETORES DE CONCIENCIA, con coraje y mucha valentía. No aquella valentía artificial que otorga tener detrás un enorme batallón armado hasta los dientes, sino aquella verdadera y legítima que nace de la razón y de principios y valores consistentes e irrenunciables. Solidarizamos con ellos ante el ensañamiento y las brutales golpizas que sufren en manos de los energúmenos de las Fuerzas Especiales de Carabineros cada vez que intentan ejercer sus derechos como ciudadanos a reunirse y a manifestarse pacífica y públicamente para que se reconozca la OBJECIÓN DE CONCIENCIA en Chile y sea abolido el SMO, en definitiva por el derecho a la vida y a la libertad de conciencia. Adherimos plenamente a vuestra causa y los instamos a continuar en esta lucha que es también la nuestra.

Por Enrique Sanhueza