Por Freya Schneider


Se la llevaron en cana. Unos comerciantes se contactaron con su familia y ahora está en un sanatorio para locatelis. Me quedé varios días pa’dentro. Ahora la transformo en otro mito urbano que refuerza el espacio de libertad que las lesbianas construimos sólo con el hecho de ser lesbianas.

El otro día alguien me ha dicho que la loca del carro, esa que anda con un carro de supermercado, que usa ropas de mujer y que escribe textos cargados a los “ísimos” en donde se proclama Anticristo, ha sido internada en una casa de orates.

Con la noticia se me vino encima una de las más extrañas sensaciones que he tenido y que me ha dejado con un forado en el pecho, ahí en donde está la valija de los recuerdos de un Santiago más amable, más sincero, en donde la brecha de distancia con personajes como la loca del carro era mucho más angosta.

Al comienzo no supe bien por qué sentía lo que sentía, porque la loca del carro era bien facistoide. En cada “ísimo” con los cuales finalizaba algunas palabras de sus textos, se observaban grados de fascismo descarnados, sin embargo-pensé, la loca está loca, ausente de este mundo y como loca que es, tiene locuras como esa…

De igual forma, la sensación de impotencia no me dejó tranquila y para mi buena suerte, hizo que se me descolgaran algunas preguntas que acercaron a la loca del carro al espacio que tengo resguardado para los mitos urbanos: ¿Habrá sido una locura o la estrategia más inteligente para desprestigiara a los regímenes dictatoriales, a través de la simpatía que les profesaba?, porque a una loca y vagabunda además, no se le puede creer, porque está loca, porque está enferma.¿…Pero si no está enferma, si no está loca…?

Esto último es una gran posibilidad al considerar que al no ser asimilados los procesos de disciplinamiento cultural, la conducta de la loca del carro será catalogada de anormal, muy similar a lo que le ocurre a las lesbianas, que al no internalizar los patrones de género designados han sido catalogadas en muchas oportunidades de locas enfermas ¿o me equivoco?.

Entonces estamos al frente de una mentira, pues mirado de esta forma, la locura no es más que una afirmación inventada por una mayoría, que así refuerza sus conceptos en torno a lo que es sano o enfermo, lo que no está de más decir, se basa en la fuerte arbitrariedad cultural de las clases dominantes.

La loca del carro es atemporal, es un personaje de cómics. Nunca la he visto mudada de ropa, nunca la vi enferma, nunca la vi con frío. Una vez para un programa de televisión Andrés Pérez la entrevistó. Me dejó boquiabierta con lo que decía instalada al frente de la Escuela de Derecho de la Chile y era simplemente que hace rato que no escuchaba algo interesante y ahí surgen más preguntas: ¿Qué es estar loca?, ¿Qué es la locura?: ¿Es escaparse por una rendija hacia el afuera de las convenciones, de la represión, de la misoginia o quedarse viviendo el día a día adentro del sistema como autómata, avanzando, mirando, viviendo, sufriendo siempre en línea recta?.

¿Qué es estar loca?¿Qué es la locura?, ¿Es no asimilar los disciplinamientos culturales que son impuestos o es asimilarlos, aceptarlos y así fortalecer el sistema que históricamente nos ha oprimido?¿Con qué respuesta nos quedamos?

Cuando por lo general, existen en este sistema, dos posibilidades: Ser heterosexual o no serlo, la loca del carro al igual que las lesbianas son una alternativa necesaria que desplaza las miradas, que curva nuestra habitualidad, que nos saca de los extremos impuestos para lo bueno y lo malo. El decidir ser lesbianas, así como decidir ser la loca del carro que viste con ropas de mujer es una forma concreta y refrescante de desclasificar, de desencasillar los comportamientos y ampliar la vereda por donde transitan nuestras ganas y deseos, más allá de todo lo que nos hayan dicho durante nuestra vida, más allá de todos los disciplinamientos que intentaron aplicarnos. En ese sentido las lesbianas nos parecemos a la loca del carro y la loca del carro se parece a nosotras en la “enfermedad” de la locura, porque estamos locas para este sistema, porque estamos libres y la libertad para un ojo supervisor que sólo nos observa para controlarnos y disciplinarnos, valga la repetición constante de esta palabra, es una enfermedad. En este punto sólo basta decir que recién en la década de los 80 la homosexualidad salió del listado de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud, pero todavía no sale de la cultura de lxs que dicen ser parte de lxs “cuerdxs”…

La loca del carro y las lesbianas, entonces y definitivamente, tienen más cosas en común de las que hemos imaginado. Que la loca use ropa de mujer y desde allí parodie a lo femenino, es sin duda, lo que hacemos nosotras cuando tenemos una pareja del mismo sexo y parodiamos de esta forma lo masculino. Cuando pienso en la parodia, me refiero a la burla en torno a las convenciones, esas que naturalizan los comportamientos y nos indican que un hombre no puede usar ropas de mujer o que una lesbiana no puede amar a una mujer o a otra lesbiana , ¿por que no?…Si bien es cierto, nuestros afectos no surgen con una intencionalidad paródica, en el transcurso de nuestras vidas sí podemos desarrollarlo, porque nuestra forma de amar es parodia de los cánones establecidos, por lo tanto es expresión de libertad y acción concreta en el camino de modificación de la realidad que nosotras no hemos construido, pero que sí hemos decidido que cambie.

La loca del carro es una cruza entre género y clase, de hecho la sacaron de circulación, porque unos dueños de no sé que cosa entendieron que su presencia al frente de la tienda, menoscababa su imagen corporativa. Al sacarla de la calle, que es la familia que escogió la loca, dejaron abierto un pozo de vulnerabilidad para ella ¿y eso no es algo que le pasa a las tortas también?, lo digo, porque existen muchas lesbianas que deben negar en sus familias su existencia torteril, porque la imagen corporativa familiar se vería menoscabada dado los prejuicios culturales. Allí comienza la génesis, en este sistema, de la vulnerabilidad social en la que se encuentran muchas chicas, aunque a veces no lo veamos, aunque a veces muchas lo oculten bien1. Es agradable de igual forma pensar, en que existen muchas lesbianas que han sido capaces al igual que la loca del carro de escoger su propia familia, mas la verdad, es que en este sistema aún se está lejos de cambiar el switch de familia nuclear que históricamente se ha patentado.

La loca del carro es una parodia a todo lo que nos disciplina y es su paseo continuo a través del gran supermercado del gran capitalismo del gran Santiago, una de las más interesantes estrategias que ha burlado durante años a los guardias que no son imaginarios y que se esconden en cada pasillo del market simbólico que late en su cabeza y que se desgrana entre Villavicencio, Mapocho, Merced, Miguel Antonio o Ängel? de la barra, en la calle del Biógrafo, en fin, cada calle con su stock específico a la venta de productos vaciados del deseo de los otrxs y que ella decidida, se apura en adquirir.

Me gusta que existan personajes como la loca del carro, me gusta que se conviertan en mitos, como el tata punk de la Iglesia de San francisco, que hace años ya que desapareció, pero que aún existe en un cuadro de la iglesia de San francisco que hay en una de las estaciones del metro, o como el Manotas que insolentemente nos asalta con su mano morbosamente gigantesca cuando pide plata en las micros o en la calle. Me gusta que existan estos personajes, porque se parecen a nosotras, todxs viviendo en el límite de lo no permitido y lo digo así , porque allí debemos quedarnos: en lo no permitido siempre, porque lo permitido es el sistema y si estamos ahí sólo lo fortalecemos, por eso vuelvo a lo que decía: Me gusta que existan estos personajes , porque son compañerxs que en nuestro deambular callejero a veces, al igual que las lesbianas vulneradas, son otro motivo que reafirma nuestra voluntad ideológica de no traspasar el límite y transformarnos en heterosexuales como tantas otras sí lo hicieron2.

Cuenta la historia que la loca del carro, pertenece a una familia acomodada. En sus textísimos, por lo menos, se percibe una riqueza culturalisísima que nunca sabré en qué medida la impulsó a retirarse del mundísimo. No sé de qué manera esa riqueza culturalisísima de la que hablo, la orientó a transformarse en un ermitaña citadino de la forma, de la oralidad, de la clase y también del género, porque qué es la loca del carro: ¿hombre, mujer , travesti, trans, lesbiana? y bueno qué importa lo que sea , ¿no?

Por eso la impotencia que no puedo explicar con palabras , porque cuando me contaron que a la loca se la habían llevado a un sanatorio, también me contaron de las fotos que le tomaron con ropa limpia, camisa adentro del pantalón, con su cabello peinado y al aire libre sin su pañuelo que la acompañó por tantos años y me imaginé lo que sentía, porque debe ser lo mismo que siente una torta cuando entre ser y no ser, opta por no ser lo que quiere ser y se enreda en miles de estrategias de ocultamiento que al final sólo terminan constituyendo la pupila triste que en su noche eterna no brilla. Es imposible no mencionar aquí cómo las chicas que comienzan a asumir su lesbiandad, renacen y se sienten felices, libres, lo que es una prueba concreta de que como ya dije que pienso: optar por ser lesbiana es expresión y ejercicio de la libertad que a heterosexuales se les niega, aunque es su problema creerse el cuento de que ese es el modelo de la normalidad.

Vuelven a emerger las preguntas ¿qué es estar loca?¿qué es la locura?. Y creo que me quedo tranquila cuando me respondo: Es simplemente ser libre y si el lesbianismo es una puerta que se abre a la libertad, entonces estamos locas, creizis, re-locas de remate… ¡qué buena!, ¿no?

Quien no cuestione la dominancia cultural y la reproducción cultural como herramienta que perpetúa la desigualdad, es quien está prisionero de un pensamiento de corto alcance que delimita los tránsitos por un camino cuadriculado por las convenciones de una denominada mayoría que intenta aprisionar nuestra libertad disfrazándola de locura , de enfermedad.Las lesbianas también somos locas y qué!… Eso sí, nos tenemos que cuidar y defender de quienes nos quieren hacer lo mismo que le hicieron a la loca del carro!

Dedicado a la loca del carro y a todas las locas que aman a quienes les dicen que no pueden amar.

Por Freya Schneider

(1) Sólo basta pensar en la fauna de las fantasiosas , por no decir mentirosas , de las que se obsesionan con sólo tener pareja, algo así como el síndrome de andar con el vestido de novia en la cartera, de la cantidad de chicas que reproducen el esquema heterosexual en sus relaciones, de las que son heterosexuales de día y lesbianas de noche, de las que creen que todas las lesbianas le están tirando los calzones, de las que roban pesado, de las que manipulan, de las que escalan, de las que se creen inteligentes y aparentan tener conversaciones inteligentes que tendrían los hombres inteligentes, de las que predican y no practican, que hay muchas , de las que dicen ser amigas y a la primera vuelta ¡puñalada en la espalda!, en fin.
(2) Obviamente, para que las que me puedan encontrar inconciente, me gustan estos personajes, pero me gustaría más que pudieran vivir dignamente, pues ellos al igual que nosotras son fuertemente discriminados.