LESBIANAS Y VIOLENCIA
O MICROPOLÍTICAS QUE NOS EMPODERAN
Angélica Valderrama


Quisiera comenzar esta presentación contándoles un poco de mi experiencia
como consejera en sexualidad por tres años en el Movimiento Unificado de
Minorías Sexuales, Mums. Hace unas semanas una mujer pidió hora para
consejería entre pares, ya en la sesión me contaba que su nombre era Rosa,
trabajaba en un call center, tenia 45 años, me decía que creía que siempre
había sido lesbiana, pero bueno…, que pasó el tiempo. Luego vinieron una serie
de aclaraciones: que, claro, le gustaban las mujeres, pero ella no se creía
hombre, ni le gustaban “todas” las mujeres y que se consideraba muy
femenina. Me llamó la atención no sólo el contenido de estos discursos
heteroconservadores, sino que me lo dijera, justamente a mi, sentada frente a
ella, yo, con mi polera que tiene una estampa de corbata, con el pelo
varonilmente corto, con pantalones comprados en la sección de hombres de
una tienda, sentada de piernas abiertas, qué más masculina. En fin, a la
semana siguiente me mira fijamente y me dice que, en realidad no se llama
Rosa, ni trabaja en un call center, pero prefirió inventar una historia para
protegerse, por si acaso…


El 26 de noviembre pasado, Mums en asociación con otras instituciones lanzó el
libro:”Política, Derechos, Violencia y Diversidad Sexual: Primera Encuesta
Marcha del Orgullo y Diversidad sexual –Santiago de chile 2007”, me gustaría
comentar dos datos: Al preguntar a lesbianas por los lugares o instituciones de
las que son fuente de discriminación los porcentajes fueron de mayor a menor:-
Ambiente religioso un 34%, vecinos 34%, ambiente familiar 33%, lugar de
estudios 33% y amigos 31%, más por debajo Lugares de entretención,Guardias de seguridad, Carabineros y Comisarias, Centros de salud y otros. Me
llama la atención que la discriminación más fuerte se reporte desde los lugares
o ambientes en los cuales nos desenvolvemos cotidianamente, espacios en los
que nuestra lesbiandad es visible y se hace molesta para nuestros cercanos, familiares, amigos, compañeros de trabajo o estudio. Por otro lado, al
preguntarles ¿A quiénes reportaron esta agresión? las respuestas fueron: a
amigos un 70 %, a familiares un 33%, no contó un 13%, muy por debajo se
ubican los organismos contra la discriminación, juzgados, organizaciones LGTB
y otros. Bueno, considerando las 64 horas de atención que ofrecemos
mensualmente en Mums, entre consejería, atención psicológica individual y
terapia de parejas, de las cuales el 70% aproximadamente son lesbianas,
pienso en la cantidad enorme que no acude a Centros de Atención u otros
organismos y que comenta estas situaciones de agresión con amigos, o
familiares, estos mismos que anteriormente fueron consignados como
principales agresores.


Desde la experiencia del Centro de Consejería y Atención Psicológica de Mums,
podemos dar cuenta de la gran cantidad de personas que consultan por
motivos de violencia al interior de la pareja, al preguntar si han pensado la
posibilidad de alguna acción legal, en el caso que corresponda, siempre la
respuesta ha sido negativa. Esto concuerda con los datos de la encuesta,
judicializar esta violencia no es una alternativa, ya que para eso habría que
visibilizarse y esa no es una opción. Cómo podría ser la judicialización de las
violencias una solución si lo que nos interesa es desmantelar las condiciones
que provocan esta violencia.


Resulta claro que antes de cualquier intervención de esta violencia entre parejas, debemos preguntarnos cómo son estas parejas, qué tipo de parejas
construyen las lesbianas, son acaso una reproducción de la pareja normativa
heterosexual? Una repetición de un modelo en el que no cabemos? Y qué pasa
con las lesbianas que no viven en pareja?


Volviendo a mi consultante, me preguntaba, hasta qué punto el miedo nos
mueve a crear vidas que no tenemos, a esconder deseos y experiencias, qué
clase de sociedad nos condiciona a asumir discursos homofóbicos entre
nosotras mismas que vivimos desde la diferencia, qué clase de sociedad es
capaz de pasar por sobre nuestros cuerpos, nuestras direcciones eróticoafectivas y nos hace repetir y asumir esos mandatos.

Debemos preguntarnos qué violencia viven las lesbianas?, qué violencia
reciben?, qué violencia ejercemos ?, qué violencia nos rodea?


Si queremos hablar de violencia digamos que luego de vivir esta discriminación
por nuestra homoexistencia, debemos sortear otras violencias, porque, claro,
seguramente si fuésemos lesbianas ABC1, sería otra historia, pero somos
muchas las lesbianas, obreras, morenas, mapuches, peruanas, que ante la
violencia por orientación sexual debemos sumar y cruzar otras violencias y ahí
la lucha que damos por los derechos y la ciudadanía debe preguntarse:
derechos? Ciudadanía? De quién? de las lesbianas peruanas que trabajan sin
contrato en casas particulares, de jóvenes lesbianas que deben salir a temprana
edad de sus casas y formar parejas porque no soportan el acoso de sus padres
y la sanción de sus entornos cercanos. No es violencia acaso que debamos
negar nuestra condición de lesbianas al optar por una inseminación artificial?,
Esas son violencias, porque déjenme decirles que a la consejería las chicas
jóvenes no vienen por problemas de identidad u orientación sexual, sino por la
angustia que les provoca su vida familiar. Por la imposibilidad de pensar en
seguir estudiando al salir de casa y tener que costearse arriendo, comida y
otros avatares. Y en esas condiciones me parece casi lógico que la violencia se
instale en las parejas y otros núcleos íntimos.


Entonces las campañas tan publicitadas contra la violencia donde queda claro
que el agresor (varón) agrede a la mujer, no tienen tanto sentido para aquellas
mujeres que hacen pareja de distintas formas con otras mujeres, quién seria el
agresor, y peor cómo asumir la solución que se nos propone ¡DENUNCIA!, si lo
que no hacen las lesbianas es acudir a las ONG, al Juzgado? a Carabineros?
Claramente esas campañas no son para nosotras, no estamos consideradas en
las representaciones de las violencias. Pensaremos entonces en otras
campañas, que cambien las condiciones que nos violentan, en las que no nos
de temor decir nuestro nombre.


Si, existe este temor profundo a visibilizarse, y este es el principio de
paralización frente a las violencias de todo tipo, lo primero es asumirse
diferente, fuera de la norma y este debe ser nuestro grito contra la sociedad
que nos violenta al psiquiatrizar nuestros deseos, judicializar nuestros
comportamientos y hacer estereotipos de nuestras vidas. Visibilizarse es
tomarse los espacios y superar la victimización, esta es la primera resistencia
que proponemos ante la violencia.

Propuestas para salir de la victimización: podríamos pensar en la lucha por los
derechos como una posible salida, desde nuestra mirada creemos que esta
lucha por los derechos no parte necesariamente por un cambio de leyes, sino
por un ejercicio propio de autodeterminación, tomarse los derechos, tomarse el
propio cuerpo, tomarse las relaciones. Porque no tenemos vocación de mártires
no esperaremos que otros nos den lo que podemos tomar y ejercer.


Como forma de superar la victimización proponemos la conversación como
forma de acción política que transgrede la dicotomía entre lo público y lo
privado, y cuestiona lo público como único espacio de resistencia y lucha
política. Aquellas conversaciones que se caracterizan por pertenecer al ámbito
privado de nuestras vidas, con nuestras parejas, o con nuestras amistades,
lejos de las miradas normativas son potenciadas y puestas en circulación,
instalando vivencias, miradas y temáticas en todos los espacios, así hacemos de
la práctica de la conversación un lugar de resistencia posible frente a los
discursos hegemónicos de sexualidad/normalidad. Apostamos por el efecto
multiplicador de la conversación, por sacarla de la esfera de lo privado y
hacerla fluir tomándonos todos los espacios. Quisiera además comentarles que
tengo un par de amigas que realizan un podcast con temáticas gays y lésbicas,
“La guinda de la torta”, programa que graban cada quince días, éste , se ha
convertido en un agradable momento, escuchar a estas chicas, con una
frescura, con una soltura hablar y preguntarse entre ellas, sin censura y con
humor….¿ te tirarías a la amiga de tu mamá?, y si claro si la vieja esta rica por
que no?, me imagino que escucho la radio y que estas conversaciones son
cotidianas, que son comunes, que no tenemos temor a decir lo que nos pasa.


Luego pienso que la manera en la que me di cuenta que mi resistencia tenía
sentido y que había multitudes de ciudadanías-de la diferencia, fue en el
encuentro con otros y otras. Volviendo nuevamente a mi consultante, después de un par de sesiones, acordamos que buscaría instancias para compartir con
otras chicas y chicos “de la onda”, y le comenté a una amiga que dirige el ciclo
“ cine de colores” que realizamos en nuestra sede, que había una chica que
quería participar, me dio mucha alegría un par de semanas después encontrarla
en una sesión del ciclo de cine muy amiga de otras, con el rostro relajado,
seguramente le queda la vida entera como camino, como a todxs, pero siento
que construir comunidad nos salva de la soledad de las rarezas, y nos potencia, ya no solo desde la diferencia sexual, sino desde la disidencia que vivimos.