Frente a tanta solidaridad expresada estos días por lo acontecido a los mineros en el norte de Chile, creo necesario reflexionar sobre la movilización social, el compromiso con el y la otro/a y lo que sucede para que un país se conmueva con estos trabajadores en situación extrema de vulnerabilidad. Pareciera que resulta más fácil comprometerse con los sucesos extraordinarios que nos conmueven; recordemos las campañas de ayuda por el terremoto, no así con las cotidianas violencias, con las cotidianas vulneraciones a la dignidad humana que compartimos. Y permítanme decirles que hay injusticias que se vuelven cotidianas a fuerza de indiferencia ciudadana.
En el pasado foro social de la Américas realizado en Asunción, Paraguay, estuvo presente la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, que en la conferencia de prensa, vestida a la usanza tradicional de su pueblo, con su pelo tomado y sus colores que acompañaban su morena piel, nos comentaba que estaba emocionada por la presencia de jóvenes, mujeres y personas que venían de realizar gran trabajo en sus territorios. Y que quería compartir que hay un nuevo paradigma en el mundo, una forma de vivir, el buen vivir, que no sólo es una creencia, sino una necesidad de los pueblos, el vivir bien.
Mirando retrospectivamente lo que aconteció en el foro, se puede hacer un análisis desde el protagonismo de las identidades subalternas, desde las lenguas indígenas que han sido presentadas como subordinadas a los idiomas de los estados-nación, desde los campesinos presentados como subalternos a las grandes exportadoras del agro mundial, las mujeres como sujetos subalternos de un patriarcado que se actualiza en nuevas formas de violencia y subordinación y, claro, la diversidad sexual con cuerpos y prácticas subalternas a la heterosexualidad dominante. Lugares que no constituyen lo hegemónico.
Pero no continuaremos el análisis desde la victimización, sino desde el empoderamiento y la interpretación de las dificultades como oportunidades, para hacer que otras relaciones sean posibles.
“Si la gente se levanta y lucha, no delega sus derechos”, nos dijo Rigoberta, y es un mensaje muy pertinente si pensamos que muchos de los que participamos venimos de praxis políticas tendientes al respeto de los derechos de humanos y humanas, lidiando para conseguir derechos civiles que permitan una ciudadanía plena para quienes componen una sociedad pluricultural.
El martes sólo con una convocatoria a través de las redes sociales de internet se realizó una gran marcha para protestar por la resolución de dar curso a la central termoeléctrica en Punta de Choros. Esto es una muestra del poder que los y las ciudadanos/as tenemos para determinar nuestra historia, la de los territorios que habitamos y la de quienes nos acompañan en este habitar y que podemos levantarnos por nuestros derechos.
Así es que tiene sentido que quienes cuestionamos la heterosexualidad dominante y los patrones de género dominantes continuemos transitando y apoderándonos de todos los espacios, son nuestros, y construyamos un buen vivir sin exclusiones.
* Por Angelicx Valderrama, presidenta de MUMS / La Nación