Por Leonardo Fernández Lara

Resulta curioso para las personas que estudiamos las construcciones discursivas acerca de la sexualidad en el periodo colonial durante los siglos XVII y XVIII, la ausencia de preocupación acerca de la masturbación. Esta ausencia de discurso acerca de una práctica sexual humana, asumida tan común y positivamente en el siglo XXI, ingresa al discurso público solo en la segunda mitad del siglo XIX. En efecto, la preocupación creciente que la medicina, la pedagogía, la eugenesia social y de otras áreas del saber, acapara el paisaje de la patologizacion masturbatoria. Es posible observar en la revista Médica, publicada por la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, un significativo número de artículos especializados, acerca de “la masturbación en los jóvenes”, “exceso de coito en el matrimonio y sus nefastas consecuencias”. La medicina ve en la masturbación, la causa de múltiples patologías de las cuales adolecía la juventud en aquella época. Consecuencias del vicio juvenil, eran la ceguera, tuberculosis, desviaciones de la columna entre otras. Lo mismo ocurría con el exceso de coito en el matrimonio. Las consecuencias que había de enfrentar el hombre, con la práctica frecuente y viciosa del “acto venereo”, eran la falta de energía, decaimiento general, aparición de enfermedades incurables que, generalmente terminaban con la vida de vicioso irrefrenable.

La concepción que la medicina tenía de la sexualidad, se encontraba totalmente desvinculada del placer y el gozo que implica el disfrute de la sexualidad, auto erótica y en parejas. Con el mismo rigor que trataba la sexualidad solitaria o en parejas, lo hacia con aquella considerada desviada, la practica sexual entre personas del mismo sexo, llamada también por la medicina aliada de la justicia como sodomía. El sodomita al igual que los viciosos anteriores constituía una seria patología social.

La “Ciencia medica” no hacia mas que interpretar los paradigmas de la “ciencia normal” derivada del desarrollo investigativo que daba inteligibilidad al proceso social, político y económico de la formación económica emergente, el capitalismo. La primera ley de la termodinámica, explica que la energía no se crea ni se destruye, ésta solo se transforma. Así desde la energía potencial, representada en un embalse, a la cinética conducida hacia las turbinas que la transforman en eléctrica y  de esta en energía mecánica, disponible en la producción de mercancías, la que a su vez produce ganancias. Desde la óptica capitalista, toda energía, a y debe ser orientada hacia la producción. La energía no puede ser desperdiciada, en actos inútiles e improductivos como es la masturbación, ya que a nada conducen, por tanto resultan aberrantes. Del mismo modo es visto el derroche inútil de energía potencial contenida en el hombre trabajador, que la desperdicia en coitos excesivos, necesitándose solo uno para la “reproducción genésica”. La medicina inserta en el modelo capitalista y imbuida del paradigma termodinámico, no hace más que interpretar la ciencia de su época.

Los Fisiócratas del siglo XVII, explicaban el origen de la ganancia, en la tenencia de la tierra y el trabajo, silboagropecuario. Es la tierra el origen de toda riqueza, pues basta observar que un quintal de papas, produce 1:50, esto es que, plantando un saco de papas se obtienen 50 en la cosecha y su respectiva ganancia. Los árboles que crecen solos en los bosques, por si mismos contienen ganancias para el que los posee. La industria textil, encontraba el origen de la ganancia en los animales. Bastaba solo con tener muchas ovejas las cuales se alimentaban de pasto que crece solo en los campos, y con una buena alimentación les crece la lana, materia prima para la producción textil. Esta mirada permitía explicar la relación entre propiedad de la tierra y la fortuna. La consecuencia lógica, fue la aparición de enormes imperios y el conflicto por el control de territorios, así como el control de rutas comerciales. Mientras mayor es el territorio controlado mayor es la riqueza de un reino o nación.

Más tarde, con el desarrollo de la actividad mercantil, especialmente con el auge de Holanda como potencia y mirando el ejemplo de Venecia y Génova, los economistas desarrollaran una nueva teoría para explicar “La riqueza de las naciones”. Los Mercantilistas notaron la relación que existía entre el dinero, la compra de una mercancía y su venta a un precio mayor al pagado en la compra. Comprar barato y vender caro, he ahí el secreto. M-D-M´. La ecuación en un grado más de complegización, en el ámbito de la revolución industrial, implica la inversión del dinero en maquinaria y materias primas. Poner en acción el dinero con el fin de producir mercancías y productos para ser vendidos en el mercado de modo que, mientras más se produce, más se gana. Las crisis de sobre producción y saturación de mercados, llevaron a la búsqueda de nuevos mercados y su control, ya para la obtención de materias primas para la industria como para la venta y colocación de productos.

A mediados del siglo XIX, Kart Marx, explica que, el origen de la ganancia no se encuentra en la tierra así como tampoco en el mercado. La ganancia es necesario buscarla haciendo una variación en la ecuación mercantilista, de este modo propone D-M-D´. El capitalista concurre al mercado, compra una mercancía y al usarla ésta produce más dinero. La fuerza o capacidad de los seres humanos como una mercancia (energía potencial) para poner en acción o transformar la materia (cinética), produce  mas mercancías. Son los seres humanos las únicas criaturas capaces de producir mas de lo que poseen en sí mismas. El control del cuerpo y encauzamiento adecuado de las energías, se transforma entonces, en una prioridad para el estado y los capitalistas. El poder comienza a ver con sospecha todas aquellas practicas sociales y sexuales (ocio, masturbación exceso de coito, sodomía), que implicaran un desperdicio inútil de energías. Las personas dejan de ser vistas como hijos de Dios para ser consideradas parte integrante de la maquinaria productora de ganancias. Los individuos que nada tenían para vender, solo contaban con su cuerpo para ofrecerlo al nuevo dios, su capacidad para producir más ganancias así como la única fuente para producir más individuos para el mercado de seres humanos, tener hijos. Producción  de mercancías y reproducción humana.  

El sentido altamente economicista de la medicina, permite ubicarla como un engranaje más en el aparato productivo. El desperdicio de energía es construido por la medicina como patología. Esta rama del conocimiento antes ubicada entre los saberes menores, -recordemos que la practica médica antes de este periodo no constituía prestigio ni posición social- se instala como un articulador importante en la reproducción humana. Surge la eugenesia social, las primeras ideas de salud pública, las patologías físicas, mentales y sociales. La alta taza de mortalidad a que estaba expuesta la población y especialmente la clase trabajadora, orienta la medicina hacia la preocupación por el control de la reproducción de los cuerpos antes que por su salud. Dentro de esta preocupación, el desperdicio de energía que implicaba la masturbación de jóvenes y adultos, no solo implicaba la imposibilidad y obstrucción de la reproducción social, sino también un desgaste de energías que bien podrían estar siendo ocupadas en el accionar de la industria.   

Es notoria la relativa escasez de discursos frente a la masturbación femenina. Siguiendo a Foucault, la mujer se encuentra sometida a mayores controles en su sexualidad. La sujeción ancestral a que se encuentra sometido el cuerpo de la mujer, así como el lugar que el modelo le destina, la ubica como un eje central en el ciclo productivo reproductivo del capitalismo. Siglos antes la ciencia había establecido que la gravidez en la mujer no requería de estímulos, solo era necesario que le fuera depositada la semilla para que la naturaleza hiciera su trabajo. Una incubadora ambulante que produce niños para la industria. El placer físico en la relación sexual, era una dimensión prescindente en la reproducción humana, la mujer podía quedar embarazada sin sentir placer. En una lectura económica del sexo, con el mínimo esfuerzo debiera conseguirse un máximo resultado. El placer era un derroche de energía para ambos sujetos en la relación sexual. Como elemento pasivo en el ciclo productivo-reproductivo, la función de la mujer es producir y cuidad hijos en su hogar. La del hombre, desplegar sus energías en la producción fabril. El control de los placeres y de la existencia humana, adquiere una lógica espantosa en el capitalismo. Los sujetos son transformados en una nueva especie, obreros.

La felicidad, el placer, la trascendencia humana, son reducidos a la producción. El proceso de alineación de la existencia, requirió de la fragmentación de la integralidad, a la dimensión productiva. Fue necesario fragmentar un ser integral y reducirlo solo a una dimensión económica. El estado y sus instituciones son construidos como la policía que supervisa, vigila y castiga a los desviados. El estimulo y control de los cuerpos, en función de políticas de natalidad, la salud reducida con suerte al bienestar físico. La rudimentaria educación, en función de las necesidades del aparato productivo. La retribución económica solo será la necesaria para reproducir el ciclo. Sueldo mínimo para la subsistencia de los progenitores y lo necesario para la alimentación de los retoños, que en pocos años se integraran al ciclo.

Este panorama desolador, ciertamente no se condice con la actual situación, donde pareciera ser que cualquiera puede masturbarse, entretenerse y ocuparse si quiere en el ocio o tener cuanto sexo quiera. ¿Como es que se produce este cambio?, o también podríamos preguntarnos si ¿a ocurrido algún cambio?.

La despatologizacion de la masturbación así como del exceso de coito, se produce cuando estas dimensiones de la existencia humana, son integradas al ciclo económico. Existe una coincidencia entre la desaparición del discurso medico sobre las atrocidades a que conducía la masturbación, con la aparición de la industria pornográfica. En efecto, aunque la producción de imágenes pornográficas, de sujetos y cuerpos fragmentados, reducidos, solo a la genitalidad, con el objeto de producir una excitación sexual, es antiguo, solo en el capitalismo adquiere el carácter de industria.

La producción industrial de imágenes pornográficas, solo persigue la excitación sexual conducente a la masturbación. Es la Revista Play Boy, quien inaugura esta nueva era, de placeres antes prohibidos, ahora legitimados. Los cientos de miles de millones de dólares que produce la industria pornográfica, hicieron que hasta el vaticano, bajara su perfil condenatorio de la masturbación. La medicina comprende tempranamente que, de continuar con el discurso patológico, frenaría el desarrollo de una industria emergente. La ciencia y la religión son llamadas al orden, y todas aquellas personas que antes se freirían en el infierno, o se pudrían en los manicomios, pasan a transformarse en consumidores. 

La diferencia entre pornografía soft, o dura, solo plantea un tema de competencia en un mercado e industria en constante desarrollo. Con la aparición de la pornografía en el capitalismo, surgió un nuevo mercado para la industria de celulosa, tintas, imprentas, distribución, transporte, modelos, publicidad y un sinfín de elementos necesarios en la línea productiva.  ¡Si no puedes contra el enemigo, unetele!. 

El desarrollo de esta nueva industria, no significo integrar el placer autoerotico a una dimensión compleja de la existencia humana. El carácter reduccionista del capitalismo y de esta industria en particular, solo se interesa, en un cuerpo fragmentado, nada importa el relato, el afecto, la política, ni la realidad. El primer plano genital es lo único relevante. La imagen fragmentada, ubica cuerpos descontextualizados, en la maquinaria productiva, nuevamente como lo viera Marx, aquí lo único que produce ganancia es la capacidad del cuerpo humano de producir un bien de consumo, su sola vista la genera. El “vogerismo patológico y vicioso” es el principal mercado.

El conocimiento científico, nuevamente acude a dar apoyo y fundamentar la industria capitalista que financia sus investigaciones. “Los hombres se excitan más rápidamente que las mujeres”, “los hombres prefieren tener sexo con la luz encendida, las mujeres con ella apagada”, “los hombres se excitan visualmente, las mujeres taltilmente”, “los hombres necesitan variar constantemente la imagen, las mujeres desarrollan sentimientos”. De estos “aportes científicos” se despende que el hombre es “el” sujeto del mercado de consumo pornográfico y explica porque no se haya desarrollado una pornografía para mujeres. 

El discurso feminista de la segunda mitad del siglo XX, cuestionaba duramente el consumo de pornografía por parte de los hombres. Que la pornografía degradaba la condición femenina, que exponía su cuerpo a lo más abyecto, que la reducía en su dignidad. Que era una dimensión más de la dominación masculina. Las feministas de los sesenta y setenta se interesaron en estudiar la pornografía, solo en tanto usaba la mujer como objeto de deseo. El esencialismo feminista, no ayudo mucho en la comprensión de este proceso, no alcanzaron a ver que tanto uno y otros, sus cuerpos, sus deseos, su mente, su sexualidad  habían sido reducidos al mercado. El sometimiento de que ha sido objeto la mujer no es muy diferente de aquel que es sometido el hombre. 

Al analizar la iconografía pornográfica y sus mercado, teniendo presente el “dato científico”, resulta la aparición de otros sujetos que siendo considerados abyectos se integran como tales en el mercado capitalista. Las primeras imágenes impresas en la revista Paly Boy, eran de mujeres en paños menores. Con contenidos y entrevistas la revista busca captar un mercado de hombres ejecutivos, el “americano de clase media”, “heterosexual”. La integración de desnudos en las revistas, solo buscara expandir el mercado de consumo a uno más masivo. La mujer como objeto de consumo, el hombre como consumidor, ambos atrapados en una dinámica que va más allá del poder de decisión conciente.  

La complejización del mercado de consumo pornográfico, pronto comenzó explotar una veta oculta, consumidores varones con alto poder adquisitivo, estos nuevos consumidores no se ven atraídos por imágenes de mujeres desnudas. Estos otros se excitan y masturban con imágenes de hombres desnudos. Se inaugura en mercado de consumo pornográfico homosexual. Homine lupus homine, el hombre lobo del hombre. La imagen del cuerpo desnudo de un hombre, cosificado, fragmentado, objetivado en su genitalidad, para el consumo no de las mujeres sino de otros hombres.  

La lucha por los derechos de homosexuales y lesbianas, abrió nuevas posibilidades al mercado de entretención, ocio y pornografía. La industria vé en este proceso, posibilidades de inversión en un mercado que se encontraba oculto. La aparición de saunas, clubes, bares, modas, no son tanto producto derivado de los procesos de liberación de la diversidad sexual, sino también de la aparición y aprovechamiento de nichos económicos. No tiene sentido en el mercado capitalista la persecución de los consumidores. Resulta absurdo patologizar o criminalizar a un sector de la población que posee una alta capacidad de consumo, por tener una preferencia sexual, que en nada ofende el orden del mercado. Es mas, es complementaria con la lógica de la libre concurrencia. 

Cuando las organizaciones de la diversidad sexual, o el movimiento feminista, hetero feminista, lesbo feminista, feminista radical, sienten que han alcanzado el reconocimiento de algún derecho, es momento de sospechar. Las organizaciones de la diversidad o feministas, nada alcanzaran por y para si mismas, solo se expondrán a ser consumidas en el mercado. Resultan absurdas las diferencias y disputas entre los grupos oprimidos. El movimiento indígena, sindical, de mujeres, de la diversidad, ecologistas, anti globalización, radicales, anarco ocupas etc, tenemos en común la opresión de que somos objetos. Una concepción integral de la condición humana en un proyecto transformador, que ponga en el centro a las personas y desde ahí construya conjuntamente un frente de trabajo en común es un requisito fundamental, en la lucha frente al mercado, al capitalismo, al estado, a la opresión.