Columna de opinión por Karina Córdova D.*
Tanto hombres como mujeres sabemos como desempeñarnos en sociedad gracias a los mandatos que ésta impone a través del ordenamiento de los roles de cada uno. 
Históricamente, la sociedad ha girado en torno al patriarcado, perpetuado a través del poder. Si una mujer opta por ocupar un lugar patriarcal de poder, para que sea validada, debe ejercerlo de acuerdo a los códigos de comportamiento masculinos, mostrando rasgos como valentía, fuerza, triunfo, competición, seguridad y la no afectividad. Mostrarse comprensiva, empática, paciente, emocional o educadora, rasgos asociados a la feminidad, serían considerados como debilidades a la hora de ejercer el poder.
Así, si la mujer desea acceder a un determinado lugar en la sociedad, escapando de lo que tradicionalmente se reserva para el “ser mujer”, inevitablemente se ve empujada a masculinizar su actuar.
La lucha que experimenta la mujer por construir un espacio que se adapte a sus necesidades no es reciente. La historia nos muestra ejemplos claros, desde su lucha por el derecho a ser sufragistas, hasta el derecho a poder renunciar a la maternidad o no formar una familia, sin ser estigmatizadas.
Existen factores socioculturales que contribuyen a la conservación de estándares inherentes a los roles. El miedo a lo diferente, a la aceptación, a lo nuevo, está presente y se impone, construyendo una barrera y anteponiendo obstáculos difíciles de sortear para quienes decidan ser distintas.
¿Cómo es posible, entonces, ocupar un lugar en la sociedad que no sea el que tradicionalmente se le reserva a la mujer? ¿Es posible construir una nueva mirada del ordenamiento cultural?
Hoy existe desigualdad entre hombres y mujeres, ya que ellos pueden mostrarse sensibles y empáticos sin perder fuerza, lo que a las mujeres no se les permite.
Nos encontramos ante un escenario cultural donde la masculinización de la mujer es un hecho. La sociedad contribuye y hasta empuja a que esto sea así. La propia Psicología no escapa a ello. En el campo de la psicología laboral, se construyen y promueven perfiles de cargo que buscan características masculinas, desvalorizando el aporte que la mujer, desde su diferencia, puede entregar al ámbito laboral.
Ahora bien, tal vez nos sea útil el considerar la masculinización de la mujer como un elemento que contribuye a la evolución sociocultural de su rol, puede ser que al añadirle un matiz positivo se esté agregando a esos espacios,  modificaciones que marquen algunas diferencias en pos de una nueva construcción del “ser mujer”.
En algunas mujeres, el discurso está siempre delante de la acción, es decir, se toma una postura más bien teórica. Pero en la práctica, se está cumpliendo con el mismo patrón de comportamiento.
Sabemos que esta construcción de realidad que poseemos es muy difícil de cambiar. Lo importante, entonces, es que se generen espacios para la reflexión y para cuestionarse colectivamente, con el objeto de poder ver más allá de la superficie y fomentar miles de espacios de libertad, en donde la mujer pueda expresarse y vivenciarse como tal. Esto es un comienzo, la vida es hoy para ellas que sueñan con otras, ellas que sueñas con ellos, otras que sueñas con ambos y los otros que sueñan ser ella.
 
* Karina Córdova D. es parte del Equipo Psicólogxs MUMS 2012
 
José Luis Díaz. Coordinador Equipo Psicólogxs MUMS
Luna Solar. Asesora Comunicacional Equipo Psicólogxs MUMS

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