francis_franocoiseFrancis Françoise es rota y regia, educada y chucheta
Francis Françoise es un personaje popular, reconocido, trascendente e iconográfico, nuestra querida “Reina Madre del Transformismo”. “Yo creo que La Francis no tiene edad ni tiempo, ella va a permanecer en la historia”, señala orgulloso Mauricio Zenteno, deseando la creación de una escuela de transformistas en Chile para seguir haciendo lo que -declara- más le gusta: “Trabajar, vivir, actuar y compartir esa loca alegría de la Francis Françoise”.
Mauricio Zenteno celebró sus 50’ pensando en las coloridas luces de la noche gay. En estos días, contento e ilusionado, regresa a los escenarios luego de un extenso receso médico. Más de la mitad de su vida ha estado arriba de los tacos, vestido de mujer, animando la eterna fiesta de la diversidad sexual, construyendo con talento -sabiendo y queriendo- una leyenda del transformismo local. “Mi nombre de varón es Alejandro pero todo el mundo me conoce como Mauricio o Francis Françoise”, confiesa.
“De chico era gracioso, chispeante, le ayudaba a mi abuelita en un negocio que tenía. Se llamaba Carmen Rosa Pardo Abarca. La adoraba, fui su regalón, tenía Alzheimer, murió a los 87 años. Yo le decía; Abuelita, ¿cómo se llama usted? Ella me respondía; Carmen Rosa Abarca, aunque ya no abarca nada. Hasta el último día fue chistosa”, recuerda.
Muchísimo antes del transformismo, Mauricio experimentó un adolescente e inolvidable despertar sexual. “Yo tenía 14 años y él 20”, dice. “Trabajando en el negocio de la abuela un chico me tomó la mano y sentí una cosa rara. Después me lo encontré en la calle y me invitó al cine. No fue amor pero sí mi primera experiencia sexual”, declara sin culpa.
Entre deseos y exploraciones eróticas juveniles, un día cualquiera, sus compañeros de colegio lo invitaron al centro de Santiago. Ahí conoció los Juegos Diana de calle San Diego. Ese día, deslumbrado por la pirotecnia metálica, apareció su primer amor: “Me puse a mirar a un gallo que jugaba en unas máquinas. Él me miró y me dijo: ¿Querí jugar? Me puse en la máquina y él se puso atrás mío. El hombre estaba excitado. Yo también. Él con las manos jugaba y me rozaba. Me invitó a tomar una bebida al frente de los Juegos Diana y terminamos en el cerro Santa Lucía. Subimos y subimos, hasta que me dio un beso en la boca. Dios mío, dije, corrí, arranqué, arranqué como pude”, recuerda.
¿El primer beso de tu vida?
Sí, el primer beso loco. Arranqué, llegué a la calle Teatinos, tomé la micro y me fui a San Bernardo, donde vivía. Lloraba y me bañaba, lloraba y bañaba, aunque eso de bañarme me duró una semana, porque a la otra me fui a los Diana a buscar al joven. Y lo encontré. Se llamaba Ricardo. Yo me presenté como Mauricio. Fuimos pareja dos años pero el nombre de Mauricio quedó para siempre.
LA BECA PINOCHET
Mauricio (Alejandro) nació en una familia obrera y de izquierda. “Yo crecí viendo la foto de Salvador Allende. Me acuerdo que para el tiempo del golpe mi papá quemó la imagen del presidente”, rememora, señalando que eran siete hermanos, cinco hombres y dos mujeres. “Yo era estudioso. Salí de 4º Medio con 6,8 de promedio y terminé becado por Pinochet”, dispara.
¡No te puedo creer!
Sí, claro, el mismo Pinochet me entregó la Beca Presidente de la República en el Diego Portales. Me pagaban por estudiar y comprar libros. Imagínate, bolsillos llenos y muchas ganas de conocer más mundo que San Bernardo, empecé a relacionarme con homosexuales que se juntaban en un kiosco de calle Ahumada. Ahí me gastaba la plata del cheque presidencial, los invitaba al Burger Inn y al Pollo Stop.
Más parecía una beca de alimentación…
Sí poh. Duró poco, porque como no me compraba las cosas pa’l colegio me la quitaron. Pero no me importó porque conocí el ambiente gay. Uno de mis primeros amigos fue el Camilo Cantillana, vivía en La Pincoya. Era costurero y me presentó a unos chicos que se prostituían en un sauna de la calle Victoria Subercaseaux. “Fernando Relax” se llamaba. Era una casa con piezas donde llegaban caballeros mayores. Ahí los cabros se presentaban y se acostaban con los clientes. Un día me invitaron a una fiesta de disfraces donde la Rosita Salaberry. Esa noche cambió mi vida y pronto nació Francis Françoise.
FRANCISCO FRANCISCA
Eran los revoltosos años 80’s. Mauricio comenzaba a transitar por el mundo del transformismo criollo, heredero histórico de lo que fueron las luces y los aplausos del legendario “Blue Ballet” de la mítica Tía Carlina de Vivaceta 1226. “En esa fiesta donde la Rosita conocí a los primeros transformistas; el Pato, el Iván Llorens, el Rodrigo Alonso, la Grace”, recuerda. Mauricio estudió periodismo en la Universidad de Chile pero dejó las aulas porque le gustaron más las plumas. “No me licencié de periodista pero sí de artista transformista”, dice.
¿Cómo nació Francis Françoise?
Nació primero como Françoise. Me gustaba porque sonaba como francés. Después pensé que era muy brusco. Entonces le puse Francis Françoise que es como Francisco Francisca.
En esos años donde la sodomía era castigo legal, los homosexuales vivían perseguidos y acosados por la policía. “Yo era insistente, me llevaban detenido, pero volvía a actuar la otra semana. Les decía, aquí estoy de nuevo, voy a seguir aunque me lleven preso”, recuerda. “Antes no podías andar de mujer en la calle, nos pegaban, mojaban, fichaban”, agrega.
EL CHE COPETE Y EL SIDA
Ya cuando estaba involucrado en el mundo del espectáculo, Francis Françoise comenzó a viajar con Ernesto Belloni, el famoso Che Copete. “Conocí de Arica a Punta Arenas”, rememora.
En los mismos 80’s, construyendo su esplendor artístico, aparece el fantasma del SIDA en la comunidad gay…
Sí, pero de ese tema había muy poca información. Las locas de esa época viajaban a Brasil y volvían con SIDA. Yo me salvé porque tenía pareja estable. Todos mis compañeros de antaño están muertos: Carla Robert, Chavela, Russel, Anais. La última que murió fue la Nei. Igual ha sido fuerte porque llegó un momento en que estaba sufriendo tanto que no quería tener más amigos.
¿Y cómo fuiste armando tu personaje; los vestidos, los zapatos, las plumas?
Antes era mucho más difícil conseguirse vestuario. De hecho, ahora hay una facilidad única. En el pasado teníamos que coser todo a mano, porque las telas brillantes eran carísimas. Ahora vas a Independencia y con dos lucas estás lista. Yo igual le tomé harto cariño a todo mi vestuario, mis vestidos, mis pelucas. Tengo más ropa de mujer que de hombre.
En tus shows de la disco Bunker de Bellavista eres irónica, corrosiva, sarcástica…
Sí, pero en el fondo igual educo cuando digo: No sean así chiquillos, usen preservativo, profiláctico; la que no, use el hollejo de los patés, la que no, como yo, use las bolsas de basura.
LA HEREDERA DEL QUASAR
Trabajaste mucho tiempo en la discoteca Quasar de calle Coquimbo, mítico lugar de encuentro más lésbico…
Sí, trabajé para una de las mejores dueñas de local, que era lesbiana, Ana María de la Fuente. Maravillosa, decía que tenía dos hijas, pero su verdadera familia éramos nosotros, sus trabajadores, las colas. Yo era su brazo derecho. Trabajé con ella más de 17 años, desde el 87 hasta que se cerró el local. Yo pensaba que era un hombre, tipo Manolo Otero. Nos quisimos mucho. Era una mujer espectacular que supo tener un espacio para la gente gay. Ella era diabla, coimeaba a los pacos y ellos le avisaban cuando iban a hacer redadas en la disco. De la que no pudimos salvarnos fue de una brutal detención de Investigaciones de Chile a mediados de los 90’s, cuando me ficharon vestido de cabra chica.
Mauricio estaba trabajando en Antofagasta cuando Ana María murió. Todavía recuerda ese triste día: “Me puse a llorar en el show, dije que mi madre se había muerto. Mi madre postiza, porque para mí era eso. Me vine a Santiago y seguí trabajando con las hijas que terminaron peleando por el local. Todo ese tiempo fue muy triste. No estando la dueña, la cosa no funcionó y el local se cerró”.
Pero tú eres heredera artística de ese inolvidable tiempo y lugar…
Sí, igual me gustaría tener un local propio como el de la Candy Dubois. Ahora trabajo en Capricho Español y hace años soy presentadora oficial de la disco Bunker. He desarrollado bien el personaje de Francis Françoise, llama mucho la atención por una cosa histórica, pero también porque ella es tan especial. Es como uno: rota y regia, educada y chucheta.
Francis Françoise es un personaje popular, reconocido, trascendente e iconográfico, nuestra querida “Reina Madre del Transformismo”. “Yo creo que La Francis no tiene edad ni tiempo, ella va a permanecer en la historia”, señala orgulloso Mauricio Zenteno, deseando la creación de una escuela de transformistas en Chile para seguir haciendo lo que -declara- más le gusta: “Trabajar, vivir, actuar y compartir esa loca alegría de la Francis Françoise”.

Por Víctor Hugo Robles en Cultura + Ciudad de El Mostrador