Por Tomás Piñones, abogado, activista de MUMS Equipo de DDHH.

Gana el Apruebo, dicen. Es la tendencia que arrojan encuestas, consultas, el pulso palpable de las calles. La discusión que se aproxima entonces, recaería sobre el eventual resultado porcentual de victoria y sus significados: una alta participación plebiscitaria escogiendo la opción de Apruebo y Convención Constitucional, demostraría una renovación inusitada de fe en el cambio del status quo por vías institucionales. Echaría por tierra también, la anquilosada cantinela de que «no estamos listos». El esperanzador fenómeno de una alta participación en el proceso constituyente, ya no podría coartarse por la fórmula que durante décadas usó la ultraderecha para detener los avances sociales («Chile no está listo»), porque desde octubre del 2019, este país ha demostrado estar más que dispuesto a escoger soberanamente su futuro y asumir las consecuencias del libre albedrío político.

Otra conclusión que podría deducirse de una victoria aplastante, es el afán de participar para hacerse oír, la intención de ser parte de un proceso que se desea transformador, acaso eco histórico del compromiso popular para cambiar la realidad que vivimos, a cincuenta años del triunfo de la Unidad Popular. A la comunidad LGBTI le importa en particular esta acepción: nunca más sin nosotrxs, porque cuarenta años de neoliberalismo protegido y promovido constitucionalmente, sólo ha aportado en acrecentar las brechas de discriminación con las que nuestra comunidad es vista por el resto de la sociedad, y también cómo se percibe a sí misma. Hemos comprobado en tal sentido, que la sustitución de los derechos sociales básicos cuyas carencias duelen más en las sensibilidades marginales de nuestra comunidad (vivienda, trabajo, salud, educación, previsión, entre otros), por integración económica y cuotas de mercado arcoíris (y alguna foto posando con el alcalde conservador pero “gay-friendly” de turno), no nos acercan en lo más mínimo a vivir en un país sin miedo a existir en la vía pública, a no temer la indefensión del futuro, a que no nos maten sin consecuencias.

A nosotrxs, como movimiento de diversidad sexual, nos importa esta oportunidad transformadora porque sabemos lo que se juega cuando los límites de lo prohibido se determinan sin preguntarnos. Que, en los registros de la historia, se constate que otro Chile, diverso y disidente, siempre ha estado agitándose en paralelo, a pesar de cuarenta años de legislaciones precarias, de sentencias prejuiciosas y gobiernos desinteresados. Por todo ello, la discusión que abrirá un eventual triunfo aplastante de la opción Apruebo el próximo 25 de octubre, es la oportunidad que tenemos para dejar atrás el paternalismo complaciente con que se nos ha tratado respecto a nuestras demandas (“No estamos listos”), y sacarnos la careta de índices macroeconómicos de crecimiento, para observarnos tal y como somos; falibles, sobrevivientes, llenxs de una esperanza abrasadora, que nos permita sentarnos a dibujar un país donde las fronteras de lo posible nos permitan respirar.